Ajena al viejo
enfrentamiento entre abstracción y figuración, la artista trasandina intenta
prescindir de todo tipo de estructuras.
Aquí nos explica su constante búsqueda por representar la espacialidad donde,
según ella, transcurre y se manifiesta la existencia. El suyo, es un estudio acerca del territorio
y de cómo opera en él la memoria
colectiva.
Por Abigail
Huerta
ahuerta@revistaophelia.com
“En mi trabajo
hay imágenes de un tiempo pasado, las cuales se trasladan al presente de forma
sutil, ocultas entre machas… es un símil a la historia de mi país siempre
velada”. Lo explica Carmen Valle Benavente (Santiago de Chile, 1969) dueña de
una obra plagada de colores densos, otras veces cálidos y brillantes, pero
siempre de aplicación rápida y efusiva.
Su trabajo se
desprende de la objetividad para ver más allá de lo evidente sin abandonar la
figuración y con la idea de perseguir siempre el instante. “Busco nuevos
caminos expresivos. Me interesa la búsqueda de un lenguaje y de materialidades
propias”, dice con relación a su
pintura, porque Carmen además es fotógrafa y trabaja en la docencia.
Ella retrata ese
cosmos, el de Chile, y observa de qué modo el territorio condiciona. Así, su
obra plantea preguntas que exceden lo geográfico, para establecer
interrelaciones entre la historia, la identidad, la memoria, el entorno, lo
social y lo político.
Termina de
estudiar arte en Concepción y decide dejar de
lado los aspectos formales que recibió por parte de la Academia para
establecer lazos con su propia tradición familiar, vinculada desde hace tres
generaciones a la fotografía (de abuelo y padre fotógrafos). Carmen recupera su
propio pasado y lo traslada al presente para narrar ese devenir del
espacio/tiempo donde se mueve el ser. “Disfruto de lo que realizo y lo hago con
esfuerzo y trabajo constante”, expresa.
-Recuerda aquellas discusiones en los 60
donde lo figurativo era irremediablemente opuesto a lo abstracto ¿Qué evaluación hace sobre
dichas disyuntivas?
Era una época
donde las fronteras estéticas estaban más definidas, lo que hablaba
anteriormente de la especialidad, creo que fue un camino difícil para la
abstracción, me gustan los tiempos actuales donde esos límites y discusiones ya casi no existen frente a la diversidad de
propuestas del arte actual.
-¿Cómo son sus inicios en las artes?
En el año 1990
buscando poder estudiar fotografía, en una región donde no existía la carrera,
me encuentro con la apertura de la Licenciatura en Artes en la Universidad de
Concepción, carrera que fue cerrada por la dictadura militar, dentro de sus
ramos existía un par de semestres con ramos de fotografía, lamentablemente esta asignatura no fue lo que esperaba por
las deficiencias en la gestión e infraestructura de una carrera que comenzaba.
Aquí comienza el camino que me abrió un campo más amplio de exploración, el
encuentro con los pares, la fotografía queda como en un segundo plano en ese
momento, exploro una diversidad de ramos como grabado, pintura y escultura,
finalmente elijo la pintura como especialidad.
-¿De qué forma siguió, entonces, su
búsqueda artística?
Al salir de la
universidad, busco la fotografía, el uso de la imagen. El profesor estaba en
casa; mi abuelo fue fotógrafo y documentalista de la Universidad de Chile,
herencia que recibió mi padre que también trabajo en su estudio fotográfico,
comienzo a estudiar con él, a explorar la luz, en paralelo busco nuevos caminos
expresivos, tratando de salir de la enseñanza de la escuela de arte en pintura,
la búsqueda de un lenguaje y materialidades propias. En esta etapa comienzo una
investigación sobre retículas urbanas, los desplazamientos del hombre y como
este es condicionado a este espacio, en su habitar y en sus desplazamientos.
Usando como materialidad de trabajo cemento, madera, cartón y fotografía. Estos
son los primeros pasos, posteriormente, me traslado a Santiago a desarrollar mi
obra en 1999, conozco artistas de procedentes de diversas universidades del
país, lo que nutre mi mirada y mi trabajo, participo en talleres, concursos y
exposiciones con pintura y fotografía.
-De acuerdo a su experiencia en la docencia
¿cuál le parece que es el alcance que
propone el arte a la educación?
El arte
fundamentalmente te enseña a ver,
observar, pensar, cuestionar, un buen profesor tiene que llevarte a esto, que
no solo sea una manualidad como algunos la consideran, el arte es la puerta a
la creatividad, al conocimiento universal, el trabajo colaborativo. La
enseñanza del arte es un factor transformador de la sociedad, en una educación
cada vez más segmentada en los contenidos, el arte lo vincula todo.
-Usted nos habla siempre del espacio, del
territorio, ¿sus composiciones son
escenarios?
Mis
composiciones podrían ser escenarios como me preguntas, para mí son espacios
contenedores los cuales transformo en un lugar significativo, ese espacio
limitado pero con infinitas posibilidades, donde conviven, manchas, aguadas e
imágenes que se transforman en fantasmas detrás de la pintura. Estos gestos pictóricos
encapsulados en una serialidad son un símil
al que territorio que habitamos que recorro con sus fragmentaciones y
dicotomías con sus sucesos geográficos y sociales. El territorio como
contenedor de nuestra existencia y experiencia, dónde se transita y habita el
día a día.
-Tiene una vinculación directa y muy fuerte
con la fotografía ¿cuál es la fotografía
que le gusta a Carmen Valle?
Me gusta la
fotografía que explora, experimenta y juega con diversas temáticas, formatos y
cámaras; desde un smartphone a una cámara estenopeica de cartón. Me atrae la
fotografía que habla por sí mismas al igual que en la pintura, las que no
necesitan explicación.
-Chile es un país que está recibiendo un
importante flujo migratorio, ¿piensa usted que el arte está cumpliendo su
función social en dicho escenario?
Creo que está
cumpliendo un rol importante en evidenciar el mal trato que se le está dando a
las personas que llegan buscando una oportunidad, denunciando nuestro racismo y
clasismo, hay algunas artistas abordando por ejemplo la trágica muerte de la
ciudadana Haitiana Joane Florvil, es una manera de poder generar cambios en
esta sociedad tan cerrada.
–También tiene un movimiento feminista muy
grande…
Lo miro con
optimismo, me gusta la fuerza que tiene las nuevas generaciones, se están
gestando transformaciones necesarias, la sociedad está cambiando, la mayor
revolución de estos tiempos es el cambio de la mujer, me cuesta pensar que
antes no podíamos votar, ni estudiar
como fue posible esto durante siglos.
Por Abigail Huerta
Publicado en Revista Ophelia el 3 de noviembre de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario