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martes, 18 de abril de 2017

¿De qué nos sirve el arte?




¿Por qué tantos libros, ensayos, estudios, blogs sobre la cuestión estética? Un tema que pareciera sólo interesarle a grupos minoritarios y, por tanto, opuesto a la vida pública asociada con lo que puede ser compartido por todos.

Por Camila Reveco 
para Art Galaxie de Portugal 
desde Argentina

De acuerdo al sociólogo Néstor García Canclini, son contra-públicos quienes requieren usar de tanto tiempo para una actividad privada de dudosos réditos económicos (meses frente a un cuadro que es poco probable que se venda, años para escribir una novela que leerán dos mil personas, etc.).
Los artistas cumplen una función contra-pública en tanto introducen temas y formas de enunciarlos que parecen improductivos para un sector muy grande de la sociedad, que reduce su existencia sólo a una cuestión de ingresos y egresos. 
Son contra-públicos, al menos para quienes suponen que la vida pública es la de la racionalidad capitalista y es por eso que el artista, el intelectual, instala una especie de drama social porque genera tensión entre lenguajes distintos y porque muestra opciones: hay “otras” maneras de vivir y de pensar.





En “Un hombre sin pasado”, película indispensable de Aki Kaurismaki, un hombre común y corriente, luego de una feroz golpiza pierde el conocimiento y no sabe cómo se llama, no recuerda que vida llevó hasta ese momento, ni a qué se dedicaba. Olvidó todo y se encuentra en un lugar en donde nadie lo conoce. De a poco recibe ayuda de una familia muy sencilla, aprende un oficio, conoce a una mujer de la que se enamora… pero se produce algo mágico en él cuando descubre de casualidad que siente una pasión desmesurada por la música, y para conducir y vivir esa locura se convierte en una suerte de representante de bandas de rock en ese pequeño y humilde pueblo costero que se convirtió en su hogar. Un hombre sin pasado que había perdido todo, hasta el nombre, pero que descubre la música; y eso le genera tal grado de vitalidad que se convertirá en el motor de acción para que su vida se trasforme y tenga un propósito, un sentido. Su existencia pasa a ser una experiencia llena de sustancia e incluso de dulzura. La música lo reinventa, lo completa, lo eleva, lo transforma en persona. 



El arte es lo que mantiene en cada uno de nosotros la posibilidad de elección; mantiene la incertidumbre de elegir dentro de la densidad y variedad que tiene lo social, algo bastante más estratégico que manejar el control remoto de la televisión. 
Es a través del arte y su mero placer estético, ya sea ejecutándolo o apreciándolo, que la vida - siempre vulgar y pasajera - se vuelve más intensa y conmovedora, porque esa pasión sin razón aparente que se siente cuando la piel se eriza o la vista se nubla, se transforma en el eje y en la dirección de todo lo que hasta ese instante creíamos conocer.







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