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martes, 18 de abril de 2017

La utopía de la representación mimética: El cabello, un desafío para los pintores

Pintura de Rosmery Mamani Ventura



Desde hace miles de años el cabello le ha servido a la mujer para realizar intrincados decorados sobre su cabeza y pasó a convertirse en un factor de belleza y seducción. El libro del divulgador científico Desmond Morris, “La mujer desnuda”, explica que ninguna otra parte del cuerpo femenino ha estado sujeta a una gama tan increíble de variaciones culturales y hoy, más que nunca, las tendencias se han multiplicado. Pero así como ha sido su máximo atractivo también ha sido motivo de tabúes religiosos para muchas culturas.

Por Camila Reveco
para Art Galaxie de Portugal
desde Argentina

Esas variaciones se han visto manifestadas en miles de pinturas y esculturas de muchos artistas de distintas épocas y lugares que, sin proponérselo, representaron la moda de su tiempo.

 Obra de Natalya Osadcha

La trenza; ideal para dejar descubierta la espalda - Pintura de Ruben Reveco

Pintura de Philipp Weber

Obra de Paul Brown

Sólo dos ejemplos: una de las esculturas más célebres que data del Paleolítico, "La Dama de Brassempouy", tiene en la cabeza representación de cabello hecho con marfil de huesos de mamut. El cabello está cortado y arreglado intencionalmente con un nivel de detalle sorprendente. En la famosa “Venus de Willendorf”, del mismo periodo, aparece la enigmática estatuilla con el rostro cubierto por una gran trenza que lo envuelve casi por completo. 
El artista realista al hacer figura humana sabe bien que el cabello (al igual que los ojos, o la boca) representa el mayor desafío al momento de dibujar o pintar. Sea largo o corto, lacio u ondulado, rubio, castaño o negro, el cabello en cualquier caso exige de mucha destreza. 
Hay que considerar que la mayoría de los artistas sólo insinúan el cabello de su modelo porque sus características físicas imposibilitan una representación fiel. En un retrato de tamaño natural implica aparentar no sólo el largo, sino también el grosor y el brillo de cada cabello sin dejar de lado las distintas tonalidades que adopta frente a la luz; lo que es prácticamente imposible. Ante lo imposible, el artista se limita a insinuar a través de luces, reflejos, sombras o brillos que se entremezclan de forma específica porque cada cabellera tiene una lógica, un recorrido y una dirección que sirve de guía. Salvo en el caso de los pintores hiperrealistas (mucho más obsesivos) los realistas se satisfacen con lograr un efecto sugerido e indefinido. 

 Bogdan Prystrom

 Pintura de Dino Valls

 Pintura de Marta Dahling

Pintura de Mary Jane Ansell

El espectador, finalmente, al encontrarse frente a la pintura entiende sin cuestionar que no figuren en el cuadro los cien mil pelos que en promedio tenemos las personas sobre la cabeza. Su ojo conoce y acepta lo que el artista, en su esfuerzo y más allá de los resultados, intentó representar.
Tal vez cada pintor perciba en la soledad de su taller, que más allá del tiempo invertido, el suyo es un oficio que nunca termina y que sería absurdo intentar una representación mimética de la realidad. Al fin y al cabo, es su intuición la que llega al ojo del espectador más allá de toda utopía…

 Pintura de Talantbek Chekirov

 Pintura de Yuqi Wang

Samuel Silva – bolígrafo


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