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viernes, 13 de octubre de 2017

Ernesto Bertani: “Soy un militante del realismo”


Es uno de los más reconocidos artistas plásticos del país. A lo largo de su vasta trayectoria ha centrado su interés en el hombre y la mujer de Buenos Aires. Una exhibición imperdible en Galería Zurbarán muestra su trabajo pictórico más reciente.



Por Lic. Camila Reveco
Editora de Revista Ophelia

Ernesto Bertani (Buenos Aires, 1949) es un dibujante, pintor y escultor de una curiosidad estética infinita que ha experimentado no sólo múltiples técnicas –es experto en el uso del aerógrafo y trabaja excelente el acrílico-, sino también soportes -muchos de ellos poco convencionales, como telas de casimires o géneros estampados de tapicería que comenzó a usar a fines de los 70-. 




Cada etapa que atravesó nuestro país, él la representó en cuadros articulados alrededor de series de forma auténtica y siempre desde una postura crítica. Hoy, es un artista que retrata de forma clara y contundente la cultura urbana de su Buenos Aires natal desde su casa-taller, que está en las afueras. Sus personajes sin rostro son la masa, la gente de la “city”; hombres elegantes vestidos de traje y mujeres de ropa ajustada que lucen sus curvas seguras de sí mismas. Con especial sensibilidad, y gran vuelo imaginativo, capta escenas de la vida moderna. 

Su primer contacto con el arte fue a través de una tía pintora que tenía una galería en la calle Florida y que el joven Bertani visitaba de forma frecuente. “Con doce o trece años -dice-descubrí que había gente que se dedicaba plenamente al dibujo o a la pintura”. Entonces él hizo lo mismo. De forma autodidacta comenzó a dedicarse al arte presentándose en todos los concursos posibles. Allí comenzó a acumular premios y reconocimientos. 

Dice que lo suyo es el realismo porque así puede comunicar de forma sencilla qué piensa acerca del mundo y de la vida. Dice que arte realista siempre habrá y que pintar en caballete, como hace él, es “algo anacrónico”. Y nosotros le creemos, porque desde Altamira hasta el presente, las ideas en torno a la representación han demostrado que no tienen límites. 


-Hay un chiste de Quino donde aparece en una sola tira Guille, el hermanito de Mafalda. Ha dibujado todas las paredes de la casa y es sorprendido por su madre; como excusa le dice: "No ez increíble todo lo que puede tened adentro un lápiz" ¿Qué representa para usted el lápiz? ¿Qué puede tener adentro? 



-El lápiz, para mí, siempre representó una síntesis de todas las herramientas que los seres humanos utilizamos para expresarnos, para crear, para graficar lo que sentimos. Desde las cavernas, con un palito quemado, hasta hoy, con un mousse, hemos usamos montones de herramientas para decir lo que queremos. El lápiz por supuesto que está lleno de cosas, el tema es saber cómo poder sacar de ese lápiz todo lo que queremos decir. 




-¿Se considera un artista obsesivo? 

-Yo soy un artista que trabaja con más interés el contenido que la forma. Si bien recurro a técnicas en donde trato de conseguir un realismo bastante extremo, lo hago para que lo que quiero decir, sea más fácilmente comprendido y para que sea más atractivo. No me considero tanto un pintor, sino más bien un dibujante… casi te diría un diseñador, que quiere expresar determinadas cosas. Lo de la obsesividad tiene que ver con eso: con hacer mi trabajo muy creíble y muy atractivo. 



-¿Por qué se inclinó siempre por el arte realista?

-Sin duda hoy el arte contemporáneo tiene una cantidad de tendencias y posibilidades enorme. Yo creo en el realismo porque sigo creyendo que el arte es fundamentalmente comunicación. Y así como el hombre de las cavernas dibujaba su entorno, sus miedos, sus creencias, y se comunicaba incluso antes de utilizar el lenguaje escrito con el dibujo, creo que los artistas hacemos lo mismo. Después los poderes de la Iglesia, las monarquías, el feudalismo, y todos los demás sistemas de poder que se apropiaron del arte, como el mercado en las últimas épocas, han distorsionado esa idea original de lo que el arte significa para una sociedad. A mí me sigue interesando comunicar, aunque respeto que a otros los interese otro tipo de experimentación. Soy una especie de militante del realismo porque creo que es la forma más eficaz de comunicar y de que el espectador pueda leer, decodificar o enterarse de lo que uno quiere decir. 

-¿Qué opina entonces del curador, que es el que se encarga de “decodificar” obras? 

-Creo que todo lo que haga un nexo, un puente o una forma de establecer un vínculo entre la obra artística y el público está bien. A veces hay casos en donde los curadores toman un protagonismo mayor que el de la obra y eso, por supuesto, que no me gusta. Creo que justamente el mercado -que no sólo es dinero; es también instituciones, funcionarios y todo lo que rodea al arte- interviene de forma demasiado preponderante ¿no? A mí, particularmente, me interesa la figura del curador en las muestras colectivas, muestras que se arman alrededor de una temática y que junta a varios artistas. Pero en cuanto a muestras individuales… en realidad yo no creo que nadie sepa más de su obra que el propio artista. Él es quien sabe cómo presentarla, mostrarla o qué decir. 



-El circuito del arte es, muchas veces, muy frívolo

-Creo que, como en todas las cosas, hay gente más valiosa que otra. Hay mucho circo, mucho show, mucho marketing… Esto que ya sabemos que existe en todos los órdenes, y también en el arte. Igualmente no soy de ver muestras ni de salir demasiado del taller. Pero de todas maneras es el tiempo el que marca que es lo que trasciende o no, aunque tampoco estamos en una época en que la trascendencia sea la prioridad. Por eso tanto arte efímero y tanta obra que evidentemente va a desaparecer en el tiempo. Ahora bien, hay gente que cree en eso y me parece bárbaro que lo hagan, el tema es qué reciben los demás. 

-¿Hay un impulso por el arte realista? Hay una camada interesante de pintores… 

-Por supuesto que hay arte realista; siempre lo va a ver. Pero también hay mucho de otras expresiones. Yo creo en realidad que la pintura de caballete, que es lo que hago, es de alguna manera un lenguaje un tanto anacrónico. Pero también creo que hoy se ve mucho por Internet… y la verdad que pintar un cuadro, único, para que después lo compre un señor y lo cuelgue en su casa, me parece que, con respecto a lo social o a lo cultural, no es esa una actividad muy influyente. 


-Hay muchos jóvenes que tienen cierta urgencia por exponer ¿Tendrá que ver con la época en que vivimos?

-Por supuesto que hay un signo de la época en donde todo es más apresurado, más rápido. También todo cambia muy rápido y es raro que hoy un chico joven quiera dedicarse a la pintura de caballete con todas las herramientas y posibilidades que le da la tecnología. A mi me sorprende que haya tanta gente estudiante en las escuelas, en los talleres. De todas maneras los tiempos para exponer los fija cada uno y en la historia del arte hay grandes artistas que su mejor obra la hicieron cuando eran muy jóvenes ¿no? Y no sólo en la pintura, también en la literatura, música y en todas las disciplinas. No sé si lo de la edad tiene tanto que ver. Por otra parte, el arte hoy en día, no requiere de una formación tan intensa y tan extensa en el tiempo como en otras épocas en las que, por ejemplo, había un aprendiz que se iba formando y recién a cierta edad podía pensar en mostrar su trabajo. Hoy creo que se permite la frescura, el juego, y ciertos permisos -un tanto, a veces, irresponsables- pero muy contundentes propios de la juventud y que pesan más que la formación académica extensa. 

-De las ochenta obras que puede llegar a hacer por año sólo la mitad las muestra ¿Cómo las elige?

-Trabajo con un ayudante que me facilita mucho las cosas y me permite producir también mucho más. Y sólo algunos años puedo hacer ochenta obras, otros quizás cuarenta… No tengo tampoco el propósito de hacer una enorme cantidad de obras. Lo que pasa es que también me interesa mucho experimentar técnicas o soportes entonces muchas de las obras que hago no tienen destino. Las desarmo y las guardo en un rollo para tenerlas como archivo. No logro conseguir lo que quiero entonces no trascienden... Trato de mostrar solamente lo que me parece que es realmente de interés. Tengo un espacio en Boedo en donde recibo visitas de estudiantes de arte, o de gente que está interesada en mi obra. Es un espacio privado en donde la gente viene a ver mi trabajo de toda mi trayectoria y ahí tengo una gran cantidad de obra guardada. 

-¿Le cuesta dar por terminada una obra?

-En general trabajo en dos o tres cosas a la vez, tanto en pintura como en escultura. Por una cuestión técnica que tengo que dejar secar, o que tengo que esperar a que la resina pueda fraguar, etcétera, voy trabajando normalmente en dos o tres obras. Y siempre cuando las veo que ya están terminadas las dejo en una especie de trastienda que tengo al lado del taller, a la vista, pero es más una vista de reojo que una vista directa ¿no? Entonces las dejo ahí durante una semana… unos cuantos días, las voy mirando como al pasar, y voy viendo si hay algún detalle qué corregir, alguna cosa que cambiar… No tengo una manera de ver la obra y considerarla terminada. Creo que tiene más que ver con el cansancio y con la nueva obra que estoy haciendo y que me está entusiasmando. 

-¿Por qué esa fascinación por la línea curva, sinuosa… la línea que se enmaraña?

-No hay una explicación consciente. Creo que tiene que ver… porque me formé mucho trabajando en escultura, con figura humana, el cuerpo desnudo… Me parece que esas formas que le dan cierta sensualidad a lo que hago. Pero es lo que me sale, lo que me gusta; no hay otra cosa.




-Es frecuente ver en sus trabajos a una mujer desnuda entre hombres de traje… 

-En realidad son mujeres vestidas… lo que pasa es que están vestidas con prendas muy ajustadas, como si fuera una malla. Tiene que ver con mi interés en trabajar sobre el hombre y la mujer de Buenos Aires, de la zona céntrica, lo que se llama la “city”. Y este hombre siempre está de uniforme; lo que sería su traje. Es el hombre que trabaja en los bancos, en las empresas. Y la mujer siempre exalta sus formas, su cuerpo; el escote, la minifalda, las telas más adherentes. Cada uno tiene su característica. A su vez me interesa hacer a la mujer muy fuerte, muy musculosa, con los glúteos, el vientre, los pechos muy marcados. Me gusta representar a la mujer actual, que en las últimas décadas ha tomado una fuerza y un protagonismo mucho mayor. Por eso su cuerpo es una metáfora de esa fuerza. Hoy hay mujeres presidentas, diputadas, empresarias, científicas, profesionales…. Me parece que es importante marcarlo a través de las formas. Además de todo esto, vos vas a la zona del microcentro en pleno enero, febrero, y ves a los hombres con 40 grados de calor, con sus trajes y sus corbatas, mientras que las mujeres están con soleros y ropa muy suelta, mostrando mucho el cuerpo, mostrando mucho la piel… 

-Entonces ¿Qué le parece más atractiva? ¿la mujer desnuda o vestida?

- En algunos casos hice desnudos, pero en general trabajo sobre esa segunda piel, que es la tela, la vestimenta. Y sobre toda la carga cultural y los significados que tienen una prenda u otra, usar una tela con cierto estampado... Yo he trabajado sobre casimires, pero también sobre gasa, encaje, lamé, telas estampadas floreados. Y los estampados y diseños hablan de la persona que lleva esa ropa. Ahora, por ejemplo, estoy trabajando con ropa pintada con dorado y plateado en referencia al dinero, el poder y el materialismo. Hablo de la ostentación que hace a esta época y que se refleja en esta ciudad de Buenos Aires. 





-Su trabajo se distancia del estereotipo de belleza femenina… 

-Me interesa mostrar a la mujer en su crecimiento o empoderamiento en las últimas décadas. En general arco mucho los vientres, los senos, las caderas, porque, más allá de las épocas, las culturas y las modas o el canon, intento exaltar las partes que marcan la femeneidad. Muchos me preguntan si mis mujeres están embarazadas, y no. Yo creo que la mujer, más allá de tener hijos o no, tiene una actitud protectora y contenedora, no sólo hacia sus hijos, sino también hacia sus padres, hermanos, parejas, amigos… El hombre está más para afuera; siempre enfocado en el trabajo, el dinero y el poder. Y si bien la mujer ahora ocupa también esos lugares, hay algo, más allá de lo cultural, que la hace tener esas características. Por eso creo que a través de la exaltación de las formas, y puntualmente del vientre, estoy marcado ese lado. 




-¿Cómo ha sido la relación con la escultura? Lenguaje que por mucho tiempo dejó de lado 

-Mi trabajo con la escultura, en mi época de formación, fue bastante académico. Se modelaba con arcilla, se trabajada con modelo vivo y se hacían trabajos de estudio sin ningún interés creativo, o de modificar la representación del modelo. Después fui incorporando, de a poco, algunas ideas y algunos materiales pero en realidad, la etapa se cortó en la época de la dictadura. Tuve un allanamiento en el taller que compartía con unos amigos y no volvimos más… nos asustamos mucho. Luego, durante muchos años no tuve posibilidad económica de armarme un taller para hacer escultura. Por eso es que, recluido en un lugar muy chico, empecé a dibujar y a pintar más, y comencé a exponer. Así que pasaron muchos años esculpir. Recién hace unos diez años me hice un taller exclusivamente para hacer escultura, acá donde vivo, en Ituzaingó. Retomé con otro criterio, trabajando con resina poliéster, masilla, todos materiales actuales y trabajando diseños creativos, no como hace veinte años atrás…



-Sus figuras están hacinadas, no hay espacio entre ellas... ¿no teme que sus personajes se asfixien?

-Si claro. Esos trabajos donde hay muchas figuras, que yo llamo serie de los Remolinos, tienen que ver con la vida urbana, el amontonamiento, el hacinamiento, la urbanización y la despersonalización. Ósea, el hombre y la mujer, entran en un remolino, en una vorágine donde tienen que seguir el ritmo de esa masa y se despersonalizan, pierden su individualidad. También trabajo en algunos casos, un hombre solo o una mujer sola, o una pareja, y siempre -si bien trato de conservar esa característica de realismo-, deformo bastante los cuerpos, deformo en función del hecho plástico en sí, pero también en función de las deformidades propias del hombre en la vida urbana. 


-Considerando que es un artista cien por ciento urbano ¿Nunca tuvo interés por hacer un paisaje o representar un tema gauchesco?

-A mí me interesa el hombre y la mujer de Buenos Aires. Excepcionalmente tengo un par de series que tienen que ver con la naturaleza o las flores, pero hechas siempre de una manera muy geométrica. Yo vivo en un lugar muy verde, rodeado de flores y plantas y de alguna manera trabaje sobre el tema de la naturaleza artificial. Pero el ámbito de lo rural no tiene nada que ver con mis temas, por eso no lo encaro. Sí trabajé sobre la identidad, pero no enfocado desde lo gauchesco, siempre desde lo urbano. 

-¿De niño se imaginó artista?

-Si. Dibujo, pinto, modelo desde muy chico. Fue mi forma natural de expresión desde muy, muy chico. La fantasía la tenía… por supuesto no tenía la certeza. 

-Ha recibido muchos premios ¿Se considera un artista exitoso?

-Me considero un artista con mucha suerte porque se me fueron dando las cosas desde un principio y muy bien; y en un lugar como Buenos Aires donde hay tanta cantidad de gente que se dedica al arte. Realmente somos muy pocos los que tenemos la oportunidad de exponer, comercializar nuestra obra y seguir trabajando. Por supuesto que el éxito uno lo busca porque te permite seguir haciendo. En la medida que uno va teniendo reconocimiento, tenés la posibilidad de seguir desarrollando y cumpliendo objetivos. Para eso sirve el éxito. 



El artista:


Agradecimiento especial a Javier Zenteno de Galería Zurbarán.


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