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jueves, 7 de febrero de 2019

Jorge Porras: Mi obra se mueve, muta, se transforma a cada instante

Creador de mundos fantásticos protagonizado por seres ancestrales, guerreros, vírgenes, bestias y máquinas. La propuesta del pintor ecuatoriano Jorge Porras, plagada de imaginación, nos recuerda lo ilimitada y subjetiva que resulta la representación. En exclusiva, la entrevista con Revista Ophelia.

Por Camila Reveco desde Argentina
creveco@revistaophelia.com 

Defensor de la pintura tradicional, el artista Jorge Porras, nacido en Ecuador en el año 1968, se permite experimentar con ideas y materiales variados e investiga todo tipo de técnicas para dotar de una mayor expresividad a su obra.

El buscar un lenguaje plástico, una identidad, te hace transitar por un sinnúmero de lugares, unos fáciles y otros con sobrecarga de influencia, dice.

Cultor de un trabajo cargado de simbolismos, de sello personal y reconocible, es evidente en Porras la influencia que ha recibido de artistas de la talla del francés Gustave Moreau (1826-1898), del austriaco Gustav Klimt (1862-1918) y, especialmente, de los maestros del Renacimiento, en particular de Leonardo Da Vinci.  Pero a su vez, se mezclan en sus cuadros recuerdos de la infancia ligados a su Cotacachi natal.

Los aromas, sonidos e imágenes generaban en mí un mundo personal lleno de encanto y memoria”, describe.

La atmósfera general de sus pinturas concentra un alto componente espiritual y de ensoñación. Cada obra exige al menos dos miradas sigilosas: una para el conjunto, otra para los detalles. Allí no sólo se concentra una excelente ejecución, también es evidente el peso conceptual de su propuesta.

Busco capturar lo espiritual, la esencia de los personajes y las atmósferas, según la cromática, porque son la esencia del hombre, de Dios, el todo”, explica.



-¿Cómo es el escenario artístico de Ecuador y en especial el vinculado a la pintura?

El arte en mi país ha tenido pocos espacios para la difusión. Especialmente, en los últimos años, han desaparecido muchas de las galerías y espacios dedicados al arte. Hay que destacar el esfuerzo de algunos emprendedores que se arriesgan a promover el arte a través de almacenes y locales en que se da oportunidad a los nuevos talentos. Lastimosamente no podemos hablar de un mercado de arte en nuestro país.

-¿Hay lugar para la figuración?

Podemos encontrar artistas que se mueven en muchos ámbitos, siendo más escaso el de la figuración, pues las corrientes  han maniobrado para que el rumbo de la plástica siga la “influencia” de otras partes del mundo. Este medio en el que nos movemos, no nos da muchas opciones y ha hecho que una gran parte de artistas migre a otras regiones del planeta y los que nos quedamos estemos tratando de que marchantes y galerías de otros países puedan ver nuestro trabajo y darle el sitio que se merece.

¿De qué manera su entorno y los recuerdos ligados a su infancia en Cotacachi conviven en su pintura?

Cotacachi es un pequeño pueblo ubicado en la serranía ecuatoriana. Mi familia materna es de este lugar mágico y lleno de encanto, donde recuerdo haber pasado los mejores años de mi infancia, nutriéndome con las costumbres, memorias y sueños donde en especial, era mi abuela la encargada de enriquecerlos. Los aromas, sonidos e imágenes generaban en mí un mundo personal lleno de encanto y memoria. Cotacachi era un sinónimo de abuela para mí, la abuela que narraba las más asombrosas historias, llenas de seres mágicos, entierros que se corrían de quien no era merecedor de su tesoro, de duendes y abuelos que combatían con el mal a la media noche. Cotacachi y mi abuela fueron la puerta de ingreso a un mundo ilimitado de encanto y fascinación, recreando seres ancestrales, guerreros, vírgenes, bestias, maquinas, inventos que he atrapado a través del juego, de la expresión lúdica de jugar creando o más bien de crear jugando. Los músicos, las máscaras de zapatos viejos, actos que recuerdan el trabajo en cuero de mi abuelo talabartero y más.



-Lo mítico y fantástico ¿siempre han sido elementos presentes en su trabajo?

El mito y la fantasía no ha sido siempre una temática presente en mi obra, si una inquietud del espíritu, la poesía y el recuerdo. Ha sido un largo recorrido entre aciertos y desaciertos. El buscar un lenguaje plástico, una identidad te hace transitar por un sinnúmero de lugares, unos fáciles y otros con sobrecarga de influencia. Mi trabajo ha pasado por descubrimientos precolombinos, narraciones poéticas como la serie “El origen”, y luego la búsqueda del espíritu humano. Después de experimentar con la técnica que he desarrollado, donde trabajo iluminado el cuadro y con veladuras, una obra en memoria de mi abuela “El espíritu de Isolina” empezó a surgir, se quitó un velo y se abrió el universo.

¿Encuadra su arte en el realismo mágico?

Siempre he pensado que un artista no se restringe  a una tendencia, sino que más bien que  a uno lo encasillan. Cuando uno crea una obra no se piensa, creo yo, en ser figurativo, surrealista  o expresionista. Uno solo expresa sus ideas y su mundo interior como los siente, los percibe, y  este acto de sinceridad es lo que hace a la obra única y diferente. El realismo mágico es una corriente, como el surrealismo, que nos habla de la creatividad y fantasía según algunos, inspiradas en sueños, pero hay obras que alcanzan a desarrollar su independencia más allá de los límites, creando universos completos que no cabrían en los sueños. Mi obra es el resultado ecléctico de cosas que han enriquecido mi interior. Luego vienen los críticos y teóricos que le ponen nombre a todo.

-Considerando su trayectoria, el prestigio logrado ¿Qué tan bien cree que domina su oficio como pintor?

El oficio de pintor es algo que uno intuye cuándo empieza y solo termina con la muerte, es un constante aprendizaje que genera nuevas experiencias y expectativas. Más que al mismo espectador, a uno como artista, la obra se mueve, muta y se transforma a cada instante. En cuanto a la trayectoria y el prestigio, son aspectos obviamente importantes que te hacen trascender, pero hay que buscar la trascendencia más allá, en la parte humana, y ser agradecido con Dios, porque gracias a ese don puedo vivir haciendo lo que amo.




-Sus cuadros tienen un alto componente religioso ¿lo percibe así?

Mis cuadros tienen un alto componente espiritual, pero este no es demasiado evidente. Sin duda, hay una gran diferencia entre lo religioso y lo espiritual, pues lo espiritual enmarca al ser humano sin división religiosa. En mi obra busco capturar lo espiritual, la esencia de los personajes y las atmósferas, según la cromática, porque son la esencia del hombre, de Dios, el todo. También hay simbolismos que encierran a la sabiduría, el conocimiento y preocupaciones del ser humano. Lo espiritual es una energía que conlleva a mi obra a peculiares encuentros con el espectador.

-Los guerreros son figuras recurrentes en su obra ¿Cuánto hay de “guerrero” en Jorge Porras?

Los guerreros forman parte de una serie que trabajé hace algún tiempo, pero vuelven a parecer dando constancia de sus presencia, pues es un alter-ego que evoca al paso del tiempo.

El mundo del arte, dependiendo de dónde se haya tenido la suerte de crecer, hace de nosotros los artistas unos guerreros en plan de combate que luchan por crear, por cambiar el mundo, por ser parte de ese alimento espiritual para una sociedad que devora todo a su paso. Hay que ser un guerrero para hacer lo que se ama y para sobrevivir en este mundo lleno de exigencias.

-En relación a lo que explica en su página ¿cuál es, para usted, la “verdadera realidad”?

La verdadera realidad son mi hogar, mi esposa y mis hijos, las maravillas y bendiciones de cada día. Lastimosamente, muchas veces no somos conscientes de nuestro tiempo presente porque vivimos atormentados por un pasado y preocupados por un futuro incierto. Yo, al igual que los demás, vivo esta realidad, pero gracias al arte tengo el privilegio de cruzar el portal a una realidad alterna, donde puedo embellecer el mundo y puedo gritar con color mis preocupaciones. Lo maravilloso es que hay respuestas inmediatas, un desvanecerse en las atmosferas de mis cuadros, y contar historias con sus personajes y seres fantásticos, las maquinas lúdicas, la Arquitectura envolvente, etc. La verdadera realidad es poder transmitir la trascendencia del ser humano, del espíritu mismo, al espectador, meterse sigilosamente por sus pupilas, contagiar con otras realidades y sanar el alma. Esta obra busca encender ese algo en el interior del espectador que, a través del tiempo, se le ha ido apagando.




JORGE PORRAS OLMEDO / BÁSICO

Cotacachi, Ecuador (1968). Pintor, retratista, muralista, ilustrador de libros, catedrático, realiza además distintos proyectos culturales con su obra. Estudió en la Facultad de Artes, de la Universidad Central del Ecuador, donde fue galardonado como el mejor estudiante de la especialidad de Pintura y Grabado. Entre sus principales exposiciones se destacan: “Fascinaciones”,  Art Expo-Malaysia, Kuala Lumpur y las colectivas Cien años de la pintura imbabureña, Quito, Ecuador; Arte Ecuatoriano y Latinoamericano, Bruselas, Bélgica; Arte Joven Ecuatoriano, Heidelberg, Alemania; Arte Contemporáneo Fundación Rigoberta Menchú, Leganés, España, entre otras.

SITIO WEB:
www.porrasartista.wixsite.com/arte. 

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