En los labios hay algo muy peculiar. La raíz etimológica del término proviene del latin “labius”, pero antes hubo un “labrum”, palabra asociada al romance pero con múltiples connotaciones.
Por Camila Reveco
para Art Galaxie de Portugal
desde Argentina
Ya en el Antiguo Egipto, una cultura impregnada por el erotismo y con una idea bastante sofisticada de la sexualidad, las prostitutas utilizaban colores fuertes para sus labios. Existe un dibujo del año 1150 a.C. que muestra una escena en un burdel de Tebas, en la que una joven semidesnuda está pintando cuidadosamente sus labios con un pincel, sosteniendo un pequeño espejo (signo además de distinción) y acompañada por un cliente desnudo con una gran erección.
La relación, por tanto, entre el embellecimiento de los labios y el erotismo tiene más de tres mil años de antigüedad y el uso de alguna clase de coloración es incluso más antiguo: indicios de su existencia se remontan a la Antigua Mesopotamia, donde la reina Paubi fue enterrada junto a una abundante provisión de maquillaje.
Desmond Morris se pregunta en su libro “La mujer desnuda”: “¿Qué hace a los labios tan visiblemente atractivos?” La respuesta, en parte, está en su forma, textura y color; aspectos que los artistas de todas las disciplinas han sabido resaltar.
Un sinfín de representaciones evidencian el poder de los labios. En la obra del pintor barroco Johannes Vermeer van Delft, “La joven de la perla”, los labios húmedos y entreabiertos de la modelo juegan un papel vital en la composición, otorgando una atmósfera de sensualidad y misterio (que se completa con la mirada). Ella luce atractiva y a su vez fina y delicada, básicamente porque sus labios están pintados de color rosa, un color históricamente asociado a lo femenino y amoroso. La obra fue restaurada en 1994 y entre los descubrimientos se pudo observar un toque de luz en el lado izquierdo de la boca, un minúsculo punto blanco sobre una pincelada rosa. Los detalles sobresalen aún más en el afiche de “Girl with a pearl earring” (2004) dirigida por Peter Webber, en el cual puede verse a Scarlet Johansson, la actriz de labios gruesos y voluminosos, en una postura casi idéntica a la de la modelo de Vermeer.
Sucede que cuando un artista representa a su modelo con labios de un color u otro está aportando datos de su personalidad. Los rojos, a diferencia de los tonos rosáceos, suponen a una mujer de carácter, que no tiene vergüenza de exponerse ni de quedar a la consideración ajena y que hace gala de su sensualidad y poderío frente al universo del deseo masculino.
Así son las elegantes y sofisticadas modelos que la artista polaca Tamara de Lempicka pintó en la década del 30, posando desinhibidas y con llamativos labios rojos. Un estilo que luego fue homenajeado por Madonna en su video “Vogue” (1990) dirigido por el cineasta David Fincher. Ambas, verdaderos íconos de la mujer moderna.
Tamara de Lempika
Autorretrato en el Bugatti verde (1925) Tamara de Lempicka
Andrómeda (1927) de Tamara de Lempicka
Así son también los labios rojos y brillantes de la joven Sue Lyon en el clásico del cine “Lolita” (1962) de Stanley Kubrick, saboreando un chupetín en una actitud claramente provocativa y llena de vitalidad.
Es que en ellos se concentra uno de los tantos misterios de la belleza femenina y serán – por siempre - una fuente inagotable de inspiración para artistas e íconos de la cultura popular de todos los tiempos.
Pauline Gagnon
Marcos Grassi - Pintura
Gustavo Toniutti - Arte digital
Antonio Tamburro
No hay comentarios:
Publicar un comentario