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miércoles, 19 de abril de 2017

El mundo del silencio


Katsushika Hokusai - La Ola


Por su carácter indómito o su insondable extensión, el mar siempre ha sido un reflejo de los misterios de la existencia humana.


Por Camila Reveco 
para Art Galaxie de Portugal 
desde Argentina

Han sido muchos los artistas que lo han representado con auténtica genialidad, pero fue el alemán Caspar David Friedrich (1774-1840) quien supo darle la mayor carga simbólica.
Existe una pintura, romántica por excelencia, en donde se retrata a sí mismo junto a su mujer, de espalda los dos, sentados en un velero. El mar es aquí un testigo íntimo de los deseos de dos personas enfrentadas al dulce desafío de vivir una vida juntos: todo un futuro por delante.

Caspar David Friedrich - "En el velero"


Pero Friedrich también pintó “El monje y el mar”, una obra con una carga expresiva tan trágica cómo profunda, tan desoladora como angustiante. Una pintura memorable que tiene como único protagonista a un monje pequeño e indefenso, observando el mar desde las dunas y bajo un cielo nublado. “Un cuerpo en penumbras, una interrogativa silueta que contempla el horizonte incierto, perplejo frente al mar vacío de veleros”, escribió Santos Domínguez Ramos en un poema inspirado en aquel cuadro.
Ella nos adentra en el miedo que produce la incertidumbre y sobre todo, en esa profunda sensación de fragilidad que siente el hombre cuando la vida le exige de empeño y perseverancia. 

Caspar David Friedrich - Monje frente al mar

Friedrich Nietzsche (1844- 1900) propuso que cada uno, en momentos de tempestad, nos concentráramos en un punto fijo que nos marque un rumbo. De hecho, los marineros lo hacen para no marearse. Se trata de enfocarse en aquello que nos hace bien para transformarlo en lo central y que la angustia quede al margen. Para el filósofo, el mar -como la vida misma- era ante todo inestabilidad.
En cambio, para la francesa Simone Weil (1909-1943) el mar representaba la resistencia: el hombre rara vez cumple sus metas sin imponderables que pongan a prueba su voluntad y para ello debe mostrarse fuerte y con la convicción suficiente para hacerle frente a esa tempestad.
Richard Wagner compuso en 1843 una de las más imponentes óperas inspirada en la popular leyenda del Holandés Errante (“Der FliegendeHolländer”), la historia de un capitán de navío que fue condenado por Dios a naufragar incesantemente los mares. Podía pisar tierra firme sólo un día cada siete años y, si ese día conseguía el amor de una mujer, sería redimido de su pena eterna.
Un auténtico drama vivido en medio de un mar de olas gigantes, violento y peligroso - que bien podría ser una pintura de William Turner - y que refleja el tormento de este hombre y su deseo de morir como mayor anhelo. 

Pintura de WilliamTurner 

Finalmente, el capitán conocerá a su salvadora –Senta– y juntos se elevarán al Cielo abrazados, mientras la nave se hunde en la quietud y el silencio de un mar que al fin consiguió la calma. Una escena digna de un lienzo de Claude Monet.

 Claude Monet - La terraza de Sainte Adresse

Claude Monet - Montañas de Esterel (1888)


Fue el afamado explorador Jacques Cousteau quién, a bordo del Calypso y a través de sus libros y películas, nos hizo descubrir “el mundo del silencio”, nombre de uno de sus documentales. Pero el mar – en el fondo y en su superficie – seguirá siendo un mundo de incógnitas para todos nosotros, marineros inexpertos en el arte de navegar nuestra propia naturaleza.



Tumba del poeta Vicente Huidodro. Cumpliendo con su voluntad, sus hijos lo enterraron en una colina mirando al mar, a pocos metros de su casa. En el epitafio que escribieron su hija Manuela y su amigo Eduardo Anguita puede leerse: "Aquí yace el poeta Vicente Huidobro. Abrid la tumba. Al fondo de esta tumba se ve el mar".


MONUMENTO AL MAR

Paz sobre la constelación cantante de las aguas
Entrechocadas como los hombros de la multitud
Paz en el mar a las olas de buena voluntad
Paz sobre la lápida de los naufragios
Paz sobre los tambores del orgullo y las pupilas tenebrosas
Y si yo soy el traductor de las olas
Paz también sobre mí.

He aquí el molde lleno de trizaduras del destino
El molde de la venganza
Con sus frases iracundas despegándose de los labios
He aquí el molde lleno de gracia
Cuando eres dulce y estás allí hipnotizado por las estrellas

He aquí la muerte inagotable desde el principio del mundo
Porque un día nadie se paseará por el tiempo
Nadie a lo largo del tiempo empedrado de planetas difuntos

Este es el mar
El mar con sus olas propias
Con sus propios sentidos
El mar tratando de romper sus cadenas
Queriendo imitar la eternidad
Queriendo ser pulmón o neblina de pájaros en pena
O el jardín de los astros que pesan en el cielo
Sobre las tinieblas que arrastramos
O que acaso nos arrastran
Cuando vuelan de repente todas las palomas de la luna
Y se hace más oscuro que las encrucijadas de la muerte

El mar entra en la carroza de la noche
Y se aleja hacia el misterio de sus parajes profundos
Se oye apenas el ruido de las ruedas
Y el ala de los astros que penan en el cielo
Este es el mar
Saludando allá lejos la eternidad
Saludando a los astros olvidados
Y a las estrellas conocidas.

Este es el mar que se despierta como el llanto de un niño
El mar abriendo los ojos y buscando el sol con sus pequeñas
/manos temblorosas
El mar empujando las olas
Sus olas que barajan los destinos

Levántate y saluda el amor de los hombres

Escucha nuestras risas y también nuestro llanto
Escucha los pasos de millones de esclavos
Escucha la protesta interminable
De esa angustia que se llama hombre
Escucha el dolor milenario de los pechos de carne
Y la esperanza que renace de sus propias cenizas cada día.

También nosotros te escuchamos
Rumiando tantos astros atrapados en tus redes
Rumiando eternamente los siglos naufragados
También nosotros te escuchamos

Cuando te revuelcas en tu lecho de dolor
Cuando tus gladiadores se baten entre sí

Cuando tu cólera hace estallar los meridianos
O bien cuando te agitas como un gran mercado en fiesta
O bien cuando maldices a los hombres
O te haces el dormido
Tembloroso en tu gran telaraña esperando la presa.

Lloras sin saber por qué lloras
Y nosotros lloramos creyendo saber por qué lloramos
Sufres sufres como sufren los hombres
Que oiga rechinar tus dientes en la noche
Y te revuelques en tu lecho
Que el insomnio no te deje calmar tus sufrimientos
Que los niños apedreen tus ventanas
Que te arranquen el pelo
Tose tose revienta en sangre tus pulmones
Que tus resortes enmohezcan
Y te veas pisoteado como césped de tumba

Pero soy vagabundo y tengo miedo que me oigas
Tengo miedo de tus venganzas
Olvida mis maldiciones y cantemos juntos esta noche
Hazte hombre te digo como yo a veces me hago mar
Olvida los presagios funestos
Olvida la explosión de mis praderas
Yo te tiendo las manos como flores
Hagamos las paces te digo
Tú eres el más poderoso
Que yo estreche tus manos en las mías
Y sea la paz entre nosotros

Junto a mi corazón te siento
Cuando oigo el gemir de tus violines
Cuando estás ahí tendido como el llanto de un niño
Cuando estás pensativo frente al cielo
Cuando estás dolorido en tus almohadas
Cuando te siento llorar detrás de mi ventana
Cuando lloramos sin razón como tú lloras

He aquí el mar
El mar donde viene a estrellarse el olor de las ciudades
Con su regazo lleno de barcas y peces y otras cosas alegres
Esas barcas que pescan a la orilla del cielo
Esos peces que escuchan cada rayo de luz
Esas algas con sueños seculares
Y esa ola que canta mejor que las otras

He aquí el mar
El mar que se estira y se aferra a sus orillas
El mar que envuelve las estrellas en sus olas
El mar con su piel martirizada
Y los sobresaltos de sus venas
Con sus días de paz y sus noches de histeria

Y al otro lado qué hay al otro lado
Qué escondes mar al otro lado
El comienzo de la vida largo como una serpiente
O el comienzo de la muerte más honda que tú mismo
Y más alta que todos los montes
Qué hay al otro lado
La milenaria voluntad de hacer una forma y un ritmo
O el torbellino eterno de pétalos tronchados

He ahí el mar
El mar abierto de par en par
He ahí el mar quebrado de repente
Para que el ojo vea el comienzo del mundo
He ahí el mar
De una ola a la otra hay el tiempo de la vida
De sus olas a mis ojos hay la distancia de la muerte



De Últimos Poemas Póstumo, 1948








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