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miércoles, 26 de septiembre de 2018

Josefina Madariaga: "En el terreno de la plástica gobierna el deseo"



Mujeres de espalda, fondos despojados… Los dibujos y las pinturas de la joven artista plástica correntina están cargados de silencio y vacío, sin embargo allí, en cada obra, reposa un relato firme y latente. El suyo, es un trabajo profundamente emocional, basado en el estudio del rostro y el cuerpo femenino.

Por Camila Reveco 
Editora Revista Ophelia 
creveco@revistaophelia.com

Nació en Mercedes, Corrientes, en el año 1985. Allí estableció de forma natural su primer contacto con el mundo del arte: “Digamos que me acerqué al dibujo en mi casa: viendo muchos libros de arte y observando dibujar a mi papá. Entonces, por propia iniciativa, comencé a dibujar figuras humanas y naturaleza muerta; a partir de esa experiencia, mis padres decidieron mandarme a talleres de pintura”, explica. Más tarde, cuando terminó la secundaria, decidió irse a Buenos Aires para estudiar arte en el IUNA (Instituto Universitario Nacional del Arte). Actualmente, sigue explorando en nuevas propuestas: “Desde mediados de 2017, hasta hoy, se está gestando una nueva serie, repitiendo la figura femenina cargada de otro contenido. Un juego plástico entre el cuerpo de la mujer, cierta iconografía simbólica (sacra) y el uso de la acuarela. Está de alguna forma inspirado en antiguos retablos medievales”, nos dice, adelantándonos el trabajo de su próxima muestra.

De sus palabras se evidencia un mundo interior rico y sensible. El cineasta sovietico Andréi Tarkovsky, el pintor estadounidense Andrew Whyeth y el chino Zhang Daqian (que vivió en Mendoza entre 1951 y 1954), figuran entre los artistas que más la seducen al momento de crear. De allí, quizás, pueda entenderse el carácter meditativo y onírico de su trabajo figurativo centrado en torno a la mujer. La entrevista exclusiva, con Josefina Madariaga.



-¿Siempre te interesó la figuración?

Sí, siempre. No podría decir por qué, cuál es la razón, pero siempre me interesó la figuración. Entiendo que es una necesidad, una manera de ver. Observo a las personas en todos lados: recorro sus formas, sus cuerpos y caras, su fisionomía. Luego, armo un relato con estos personajes y los sumerjo en espacios habitables.

-¿Crees que hoy hay más mujeres que se dedican profesionalmente al arte?

-No podría afirmarlo. En todo caso, es posible, pero no estoy segura de ello. Tal vez, habría que hacer un revisionismo histórico al respecto, ya que este tema tiene que ver con cuestiones políticas y sociales. No sé si hubo menos mujeres artistas en otra época, o si se trata de que han quedado ocultas y nunca se las ha reconocido. Yo siento que siempre estuvieron, pero no pudieron desarrollar su carrera, o, insisto, no fueron reconocidas; solo se recuerda a algunas y quizá por su osadía. De hecho, conozco muchas historias de mujeres artistas que han quedado olvidadas. En estos tiempos y en todos los ámbitos, las mujeres hemos conquistado un mayor terreno y se ha podido escuchar nuestra voz gracias a los derechos que fuimos adquiriendo, y, aún así las artistas permanecen todavía un tanto invisibilizadas. No obstante, la lucha por reivindicaciones es cada vez más fuerte y se desarrolla intensamente aunque haya obstáculos.

-¿Existirá un arte femenino? ¿Qué hay de eso en tu obra artística?

-Podríamos decir que todo depende de lo que entendemos por arte femenino: ¿qué sería? ¿sería el realizado por una mujer? Ahora, también se puede hablar de un arte combativo, de protesta, que lucha por reivindicar la posición de la mujer, como todo arte que denuncia. Si partimos de la idea de que a lo largo de la historia, como consecuencia de una construcción social, la mujer ha sido considerada inferior, llegamos a la conclusión de que se ha luchado mucho por cambiar tal posición, pero no solo en el arte sino en todos los ámbitos de la vida. No obstante, lamentablemente, hay sectores patriarcales que conservan este pensamiento retrógrado, que trata de imponer una visión descalificadora de la mujer, como mujer objeto, o mujer cosa. Por consiguiente, es natural que esta lucha se refleje en el arte, pero no necesariamente de manera explícita. Me interesa, como a muchas, la idea de mujer que lucha dentro de una sociedad que la condena injustamente. Y a su vez creo que en el arte en general, tanto artistas hombres como mujeres cuestionan la sociedad, denuncian, reflexionan una y otra vez sobre muchos temas para resistir a los preconceptos que se imponen desde el poder, y de esta forma aportan distintas visiones sobre temas básicos como la marginalidad, lo diferente, lo reprimido, la sexualidad, la belleza, etc. En mi caso, la mujer está muy presente en mis trabajos, posiblemente porque es la problemática que me habita.

-En muchos de tus dibujos representas a mujeres de espalda, junto a un escenario sencillo, y logras construir planos muy poéticos… ¿Cuál es la búsqueda?

La búsqueda es todo eso, una visión muy silenciosa de la vida, mirar ese horizonte, y preguntarme, ¿qué más hay? Realicé varias series repitiendo el mismo tema, una de ellas son las espaldas y paisajes. Son representaciones de paisajes del lugar donde nací, en la provincia de Corrientes; son paisajes campestres, de esteros, nostálgicos. Escenas quietas y silenciosas que me generaron una relación directa con el cine de Andréi Tarkovsky (cuando lo descubrí): paisajes donde no pasa nada y, a la vez, pasa todo. Los paisajes de Andrew Whyeth (artista que observo a menudo) me sumergen en la misma atmósfera. También me detuve en los artistas orientales que trabajan el paisaje (como el pintor chino Zhang Daqian), que tienen una cosmovisión diferente a la nuestra, otro entendimiento sobre la contemplación de la naturaleza. Sus paisajes me producen mucho miedo, angustia e inquietud. La inmensidad de la naturaleza es maravillosa y a su vez aterradora.





-Luego están las espaldas frente al vacío, sin ninguna referencia espacial…

Es un abordaje que forma parte de una serie llamada “El otro lado”, donde la idea surgió de hacer una espalda por día (una mujer por día). Tenía la visión de hacer una cantidad abrumadora de estás espaldas que ocuparan toda una sala, desde el piso hasta el techo, una idea que todavía mantengo. Pero lo que más me atrapaba del proceso era la repetición como búsqueda. Me evocaba un mantra. Es en medio de ese proceso en que empiezo a preguntarme… ¿por qué espaldas de mujeres? Empecé a percibir que eran mujeres anónimas y de alguna forma estaban serializadas. Identifiqué a la mujer de nuestra sociedad y eso me llevo a reflexionar sobre lo desconocido, el otro lado, el lado oscuro, oculto, la historia no contada; la mujer. Me gusta pensar en estas ideas. No sé qué puede causar en el espectador, pero al menos para mí es un motor para hacer. Y me interesa abordar estas consignas desde diferentes ángulos.

-Elegís el blanco y negro para tus dibujos, en cambio, en tus pinturas predomina el color… ¿Por qué?

Porque cada material invita a experimentar algo diferente. Me gusta el blanco y negro en él dibujo porque connota oscuridad y dramatismo, mientras que, cuando trabajo con el color, pienso en indagar en las posibilidades máximas del material, en la diversidad de paletas que se puede mezclar. El óleo y la acuarela son dos lenguajes diferentes; en el óleo me gustan mucho los colores saturados, y en la acuarela las transparencias de los colores tierra.

-¿Qué te interesa del retrato?

Para mí el retrato es una comunión entre el mundo físico y el espiritual, entre el alma y el cuerpo, la interpretación de un sujeto a través de otro, o de sí mismo. En él busco algo que no puedo explicar totalmente, pero es un intento de captar la esencia del otro por medio de la materia, y, a su vez, procuro que la materia diga lo suyo. Es el primer acercamiento que tuve con el dibujo, cuando veía cómo hacía retratos mi padre, y evidentemente, él me transmitió sus inquietudes: pensar e interpretar la fisonomía característica de un sujeto. A su vez me interesa también investigar los orígenes del retrato y su transformación a lo largo de la historia.



-¿Cómo fue la experiencia de conocer a Miguel Ángel Mayo?

Fue una experiencia muy corta, por lo tanto no podría decir mucho, es imposible conocer la enseñanza de un profesor en tan breve plazo. Creo en los procesos largos. Lo que puedo decir acerca de ese encuentro y que me quedó guardado es que, en algún punto, nadie te puede decir cómo pintar; te pueden acompañar en el proceso y te pueden mostrar su camino, con su técnica, pero uno tiene que seguir el propio. El aprendizaje me cargó de inquietudes. Pensar nuevamente qué es la pintura; qué discurso plástico escoger, qué es la figuración, qué es la abstracción… La experiencia de indagar la figuración desde la abstracción (lo que no deja de ser a la vez muy relativo porque sus límites son muy difíciles de determinar y por momentos no existen). En el seminario observé, también, un uso diferente del color, y con ello se encaminó una nueva búsqueda.

-Una búsqueda que siempre es solitaria…

-Sí, que consiste en escucharse a sí mismo y hay que poder tolerarlo; implica una lucha interna diaria. Tomar el ejercicio de pintar como un hacer continuo. No querer llegar a ningún resultado, ni buscar ningún relato narrativo pictórico, que, en cierto sentido, es una pura anécdota, lo cual es discutible también. Hacer de la práctica una experimentación constante e incómoda. Asimismo, de eso hacer un hábito, lo que además es muy difícil, ya que se vuelve a lo que se sabe hacer, y se quiere estar en un lugar seguro. Uno pinta lo que puede según la necesidad del momento. En fin, siento que pintar es un constante diálogo contradictorio. Uno quiere razonar lo emocional, lo cual es imposible, ya que es un terreno donde gobierna el deseo y por lo tanto va más allá de cualquier entendimiento.

JOSEFINA MADARIAGA / BÁSICO

Nació el 11 de abril de 1985 en Mercedes, Corrientes. Estudió la carrera de Artes Visuales en el IUNA. Pinta y da clases desde el barrio Balvanera, en Buenos Aires.

Web: www.josefinamadariaga.com

Imágenes: Gentileza de la artista


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