Ophelia en Santiago de Chile: Entrevistamos en exclusiva a la pintora chilena Ana Taulis en la Comunidad Ecológica de Peñalolén, lugar en el que vive y trabaja; y estuvimos con ella en el Museo de Arte Modesto que allí funciona, a cargo del artista Alejandro Garros que amablemente nos recibió. La Comunidad queda a poco más de diez kilómetros del centro de Santiago, hacia la Precordillera. Muchos artistas, incluida Ana, fueron llegando a esa zona en la década del 80; todos buscaban un destino más natural donde vivir en un Chile atravesado por el miedo y la violencia. Iluminándose con velas y faroles, de manera totalmente espontánea, se formó de a poco el ambiente que es hoy: un espacio que ofrece variadas alternativas culturales, donde vive gente cálida, sintonizada con la Tierra y donde se mezcla la bohemia, el arte y la ecología.
Cae
Cae eternamente
Cae al fondo del infinito
Cae al fondo del tiempo
Cae al fondo de ti mismo
Fragmento de “Altazor” de Vicente Huidobro
De niña Ana Taulis se imaginó compitiendo en las Olimpiadas; quería ser atleta. Viajó mucho por varios países debido a la profesión de su padre, y el cambio de entornos sociales, gente y paisajes, gestó en ella una sensibilidad especial que iba a mezclarse de a poco con una gran cuota de nostalgia. La nostalgia de “no ser parte de ningún lugar”, como dice. O de ser parte de muchos lugares al mismo tiempo. Las marcas de esa infancia errante se manifestaron y quedarían plasmadas por siempre en su trabajo plástico.
Luego, en el transcurso de la secundaria, su propuesta se fue consolidando. Allí, si bien no se sentía buena dibujando, al menos no tan buena como el resto de sus compañeros, fue encontrando de a poco la forma de expresar en el dibujo emociones y sentimientos. Sueños, recuerdos y su mundo más íntimo comenzaron a plasmarse de forma visceral y auténtica.
La obra de la artista chilena Ana Taulis está conectada a lo profundo, ligada a lo emocional, motivada por el sentimiento. La pintora crea imágenes de una poderosa sugestión, capaces de dialogar calladamente con el espectador. Sabe muy bien utilizar ciertas deformaciones, y lo hace siempre con una clara intención expresiva. El conjunto se percibe delicado, íntimo e intenso generando una cálida tensión, de gran personalidad.
-Vivió en muchos lugares distintos de chica…
-Sí. Y creo que la cantidad de cambios que viví, los constantes viajes con mi padre, que era un carpintero de oficio, hizo que le prestara atención a otras cosas. Pienso que todo esto de meterme en el tema del arte fue gracias a un ataque de nostalgia por no estar en ningún lugar. No sentirme parte de ningún lado.Viajando empecé a escribir porque necesitaba encontrar un espacio en mí dónde recuperar toda esta pérdida que sentía.
-¿Eso derivó en una búsqueda más expresiva, en la pintura?
-Creo que sí, pero además fue bastante fortuito. Yo quería ser atleta e ir a las Olimpiadas, pero mis padres eran artesanos acá en Chile y de no muy buena situación económica… Entonces descubrieron que existía esta escuela de arte, y como nosotros teníamos facilidad para las manualidades, y ese lugar funcionaba desde la mañana hasta las seis de la tarde, con comida incluida, decidieron que era bueno que vaya allí. Eso determinó mucho lo que soy ahora. La niña que quería hacer atletismo quedó ahí. Hice mucho ejercicio por mucho tiempo, pero quedó como una experiencia corporal que después se hizo una experiencia emocional, muy relacionada a la cosa nostálgica.
-Estudió en la Escuela Experimental Artística ¿cómo fue ésa experiencia?
-Era una escuela sumamente completa. Era la única en Sudamérica, o la segunda, con área de música, folklore. Allí estudié escultura, escenografía, joyería… Se hacía mucho hincapié en los oficios y todos los alumnos éramos multidisciplinarios. Había mucho intercambio de conocimientos, de crítica con respecto a lo que se hacía y pensaba. Estábamos en dictadura, y ese era espacio de mucha libertad, que no era normal en ese tiempo. La educación, era muy buena y completa. Tuve profesores teóricos muy buenos que venían dando clases de hace muchos años. La escuela todavía existe y ha mantenido ese espíritu crítico. Es un lugar que te enseña a aprender todo lo relacionado al arte. Sigo en contacto con compañeros y a veces me meto a los talleres y son muy similares a los que yo tuve. Los chicos con los tarros de greda haciendo esculturas… Creo que hay similitudes.
-¿Recuerda a algún maestro en particular de ésa época?
-Don Gregorio de la Fuente, por ejemplo, era en ese entonces un caballero. Tenía un taller muy insólito. Y si bien estuve poco tiempo estudiando con él, -era amigo del padre de mi mejor amiga- me enseñó el amor por la pintura. Claro, era un viejo muy antiguo en eso, conocía realmente el oficio.
-¿Se siente parte del medio artístico?
-De mi escuela se pasaba directamente a estudiar arte en la Universidad Católica. Pero yo hice pareja muy joven, a los dieciséis… y opté por no ir a la universidad. Por lo tanto no pertenezco a esa generación de artistas chilenos de los ochenta. Hay muchos de mi generación que siguieron una tendencia acorde a la escuela o la universidad. El mío es un estilo que se armó solo, de forma solitaria y como autodidacta.
-Entonces ¿de qué manera se fue vinculando a la pintura?
-Llegué a este lugar donde vivo hace treinta y tres años, vine con mi hijo de un año. En ese tiempo no había ni siquiera luz, vivíamos a la luz de vela. Pintaba en los ratos que podía, pero nunca sentí que estaba postergando “algo”, eso estaba ligado a mí cotidiano. Cuando no podía pintar, ya sea por falta de materiales o cualquier otra cosa, escribía. Siempre estaba haciendo algo, con cuadernos o dibujos. Fui conociendo con el tiempo a muchos grandes artistas que apreciaron siempre mi trabajo… Pero no estoy en el mundo del arte, en las redes sociales, no forma parte de las grandes galerías.
-¿Pero cree que cierta visibilidad ayuda?
-Seguro. A mí en realidad me queda grande el poncho con respecto a cómo comportarse siendo un artista. No sé cómo se hace. Creo que si hubiese ido a la Universidad habría sido quizá otra cosa porque habría estado en un grupo, en una línea de trabajo, o tendencia. Sé que la apreciación social recompensa económicamente y eso es absolutamente necesario para vivir (una vez salió una entrevista mía publicada en una revista muy conocida de aquí, y fue absurdo… fueron a mi taller miles de personas a comprármelo todo. No entendía). Ayuda eso de posicionarse, no soy prejuiciosa en ese aspecto. No es conveniente estar distanciada del circuito; pero a veces sucede que esa sensación de estar pidiendo un favor es muy desagradable…. Lo que sí sé es que empecé tarde; empecé tarde con esto de mostrar mi obra y exponer públicamente.
-¿Cuándo se da ese momento?
-Fue en el año 93; aparece un mecenas en mi vida con quien trabajé mucho, con él iba a exponer supuestamente en una galería muy importante de Santiago pero finalmente no se concretó. Entonces seguí trabajando… pero siempre medio a escondidas, nunca mostrándome mucho. Aunque la producción fue permanente a partir de ese momento. Y eso fue, finalmente, lo bueno.
-Su obra es profundamente nostálgica…
-Creo que la pintura es un trabajo bastante íntimo. Tiene mucho que ver con algo poético, onírico, vinculado a estados específicos. De chica no me consideraba buena dibujante, era muy tímida. Y en esta escuela de la que te hablaba había muchos compañeros que eran extraordinariamente buenos. Como yo no me atrevía a dibujarlos a ellos, entonces, de alguna manera, en el retrato yo trasmitía cosas… sensaciones. Si llovía sobre el nogal de la casa de mis abuelos, yo pintaba un autorretrato en donde trasmitía la sensación que me producía ver eso. Hace treinta y tres años que me vine a vivir a este lugar y desde entonces aparece mucho el paisaje, todo lo que veo a través de la ventana de mi casa. En la pintura, en el autorretrato, me interesa lo sugerente, la atmósfera que se crea.
-Una atmósfera de gran carga emocional…
-Es que en mi niñez, en la adolescencia sentía mucho, viví mucha la nostalgia. Ahora que soy grande y tengo hijos, pienso que me daría mucha angustia imaginar a un niño de diez años sintiendo algo tan hondo como la nostalgia… Se me hace más lógico imaginar a los artistas, ya adultos, sensibilizarse o sufrir ciertas cosas y expresarlas con el color, con la forma, etc. Todos captamos de manera diferente la realidad y la representamos lo mejor que podemos. Pero eso del sentir profundo que sea para los adultos; pero un niño con nostalgia…
-¿Diría que su trabajo es neo-expresionista?
-Sí, es neo-expresionista. Algunos pintores destacados han hablado sobre mi trabajo, como Ximena Cristi, por ejemplo, que dijo que mi obra era un realismo poético y totalmente neo-expresionista. Eso me lo han dicho muchas veces, y ha sucedido sin tener una escuela determinada, sin seguir puntualmente a ningún maestro.
-Y el arte figurativo… ¿cree que, al igual que pasa en otros lugares, está al margen de la “escena” del arte contemporáneo?
-Hay un prejuicio con respecto al artista de caballete y ese prejuicio no debería existir. Es absurdo. No quiero generalizar y decir que todo lo contemporáneo es malo, porque puede haber mediocridad en algunos figurativos y a su vez cosas muy interesantes en los jóvenes que hoy apuestan por las tendencias contemporáneas. Creo que una cosa no debería anular a la otra. Hay muchos trampolines y se privilegia, en algunos casos, a gente que se dedica a las nuevas tendencias sin filtrar calidad, muchas de sus propuestas no tiene ningún valor. Hay mucha copia de copia y de copia… Tengo una hija que está muy metida en el mundo teórico del arte y a través de ella he podido ver el valor que tienen, por ejemplo, las ideas. Y es interesante, aunque sea en parte elitista. Considero interesante el fenómeno de la puesta en escena, los montajes, pero indefectiblemente se presta para mucha confusión porque se valoran propuestas que no tienen valor artístico. Y algunas o muchas galerías toman eso porque parece novedoso.
-¿Cuáles han sido, al momento, las satisfacciones más grandes que le dio este oficio?
-Estuve seleccionada una vez en un certamen del Museo Nacional de Bellas Artes. Era importante y quedé entre varios. Eso fue muy motivador para mí. Yo cada vez que asomé la nariz con mi trabajo, recibí buenas críticas de mis pares, de otros pintores. Soy muy conocida entre algunos artistas…. Tal vez los críticos no han dicho nada de mi trabajo, pero me siento respetada entre mis colegas. Eso yo lo valoro mucho y lo siento como una gran satisfacción. Me parece importante. El círculo artístico de Chile si bien es pequeño -no me preguntes por qué- siento que existe una especie de comunidad aquí, que funciona como tal. Y eso es muy bueno.
Ana María Taulis Calderón / Contacto
Correo: anataulisc@gmail.com
Transcripción: Julián Reveco / Asistente de redacción
Agradecimiento especial al artista Alejandro Garrós, a cargo del Museo de Arte Modesto de la Comunidad Ecológica de Peñalolén, Santiago de Chile.
Fuente: Revista Ophelia
Fuente: Revista Ophelia
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