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martes, 18 de abril de 2017

La insoportable levedad del premio mayor

El jurado del “Premio Nacional de Pintura del Banco Central de la República Argentina” 2016



Concursos de arte contemporáneo



El año 2016 culminó en Buenos Aires con el “Premio Nacional de Pintura del Banco Central de la República Argentina”, uno de los salones de arte de mayor resonancia en el país, que le otorgó el primer premio a una obra conceptual que generó mucha controversia en las redes sociales y discusiones encendidas sobre el valor estético de ese trabajo. 

Por Camila Reveco 
para Art Galaxie de Portugal 
desde Argentina 




"Sin título" Primer Premio en categoría “Jóvenes” al trabajo de Agustina Quiles


Este caso ilustra lo que sucede en varios concursos similares de muchas ciudades del mundo, en donde también se premian trabajos en los que se cuestiona su carácter de obras reflexivas, conscientes o críticas. 
Partiendo de esta base, quiero reflexionar primero acerca del rol del jurado encargado de premiar, y segundo sobre la actitud general de gran parte del público que asiste a estos certámenes. 
Es delicado que un jurado, teniendo la posibilidad de difundir el trabajo de muchos artistas, no sólo conceptuales sino también de pintores abocados a la figuración, elijan dejarlos al margen de certámenes y premiaciones. 
Me permito entonces poner en duda la idea de la “democratización en el arte contemporáneo” que se pregona bajo consignas ingenuas como “todo es arte” o “todos puede ser artistas”, cuando son miles los creadores que están siendo, en este momento y desde hace mucho tiempo, excluidos de todos los circuitos convencionales de arte. 
Se alienta a los "artistas emergentes” - como suelen llamarlos - pero lo emergente en este contexto es - para muchos - algo vacío de contenido y totalmente incomprensible, que poco o nada tiene de ruptura y mucho menos de vanguardia. 
Me pregunto entonces por qué los miembros de los jurados o los organizadores de estos certámenes, no tienen en cuenta al gran sector de la sociedad que cuestiona la forma en que llevan adelante su trabajo.
¿Acaso al arte no debería pensárselo como una construcción que incluya decisiones mixtas y en donde la mayor parte del conjunto social se encuentre representado? 
Llama la atención también la actitud de gran parte del público que asiste a estas ceremonias, carente de una postura crítica frente a aquello que le muestran y elegantemente obediente al momento de aplaudir. 
En lo íntimo, a ninguno le agrada lo que ve y todos saben del entusiasmo mentiroso del otro. Se aplaude con fervor y ovación fingida, incluso aplaudirían toda la noche por el temor que siente cada uno de ser el primero en dejar de hacerlo. 
Participan de un sketch como el que describe Augusto Monterroso en uno de sus magníficos relatos, que delata la conducta hipócrita de un público que asiste a un concierto de música clásica y no está sinceramente emocionado. A estos espectadores se les ha dicho que el arte es digno de apreciar pero en el fondo no les importa que lo sea y les aburre. 
También asisten curadores y periodistas especializados, preparados para justificar lo que muchas veces es injustificable y para hacer visible lo invisible. “Los premiados” no hacen más que reflejar un comportamiento al menos frívolo: disfrutan de su momento de gloria aunque sepan que sin ese ingenioso discurso curatorial que justifique sus ocurrencias, ellos no existirían…
Creo que estamos frente a eventos engañosos, falsos y me pregunto en qué momento nos alejamos tanto de la idea romántica de que el arte debería ser un acto asociado a lo verdadero o al menos un intento digno de búsqueda de la verdad. 
Pienso en ello y aún no encuentro una respuesta.

 Pintores argentinos del sur se agrupan para la foto en una muestra. 
(Imagen de carácter ilustrativa)

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