Conocida y valorada en el mundo por su obra pictórica, la artista holandesa-argentina Lorena Kloosterboer ha logrado un trabajo de espléndido realismo, elegante y casi fotográfico: “En el arte, uno tiene que animarse a fallar, una y otra vez”, explica.
Por Camila Reveco
Fuente: Revista Ophelia
Desde hace diez años vive en Amberes, Bélgica. De madre argentina y padre holandés, la artista plástica Lorena Kloosterboer nació en los Países Bajos y fue el español su lengua materna. En el jardín de infantes aprendió a hablar holándes y al escuchar hablar a sus padres entre sí, pudo dominar el inglés. “Me siento increíblemente afortunada de haber sido criada trilingüe, -dice-básicamente recibí tres idiomas de forma gratuita sin esforzarme en aprenderlos”, y agrega: “el contraste entre mis dos culturas—la holandesa y la argentina—me formó de muchísimas maneras. Supongo que en realidad no soy ni típicamente holandesa ni argentina, pero me siento ambas a la misma vez. Por lo tanto, me describo como una latina holandesa porque siento un fuerte vínculo con la mujer latina a quien considero mi hermana”.
De increíble oficio, Lorena es una verdadera artesana de la pintura realista, y su increíble habilidad ha sido fruto de un esfuerzo sostenido. A ella, le parece absurda ésta moda de explicar obras a través de ingeniosos discursos curatoriales. Cree, que una verdadera obra de arte se defiende por sí sola, que no necesita de la palabra para existir. Cree que el arte no es un discurso teórico: “Creo que el público –sostiene- se está cansando de necesitar un manual de traducción cuando visita una galería de arte o un museo para comprender lo que están viendo. Es ridículo tener que intentar apreciar una “obra de arte” que uno instintivamente sabe que no tomó ni mucho trabajo, ni esfuerzo, ni conocimiento técnico para realizarse, y que solamente por comercialización y publicidad está expuesta en un lugar de cierto nivel”.