En la intimidad de su estudio, allí donde los artistas se entregan al proceso creativo, el pintor chileno Hernán Valdovinos Prats recibió a Ophelia para una entrevista exclusiva. Nos mostró mucho más que sus cuadros; mostró parte de su individualidad en una charla amena, en una típica tarde de otoño en Santiago.
Soy yo Altazor el doble de mí mismo
El que se mira obrar y se ríe del otro frente a frente
El que cayó de las alturas de su estrella
Y viajó veinticinco años
Colgado al paracaídas de sus propios prejuicios
Fragmento “Altazor” de Vicente Huidobro
Por: Lic Camila Reveco
creveco@revistaophelia.com
Lo explica muy bien en su página oficial: Hernán Valdovinos Prats, “guiado por su inquietud espiritual y conocimiento de la meditación, orientó desde el comienzo su quehacer pictórico hacia la búsqueda de armonía y belleza desarrollando en su pintura una conexión entre la mitología y la imaginación creadora a través de la representación de seres arquetípicos y personajes fantásticos tales como ángeles, hadas, duendes, genios y dioses”.
Pintor místico y atemporal. Así se define. El artista está dedicado desde siempre al realismo mágico y es hoy, uno de los artistas contemporáneos de mayor prestigio en Chile. De su oficio e impecable factura nadie duda, y más allá de la fuerte ejecución que caracteriza su trabajo; la suya, es una pintura con sello propio, tiene un estilo reconocible que le pertenece. Su arte representa esa posibilidad profunda, esa capacidad gloriosa que tenemos los hombres y las mujeres de explorar, de “volar” por otros Universos, indagando preguntas que excedan lo ordinario y la experiencia común. Por eso sus temas son distintivos.
Su madre, pintora y actriz; su padre, amante de las artes y de la filosofía. Evidentemente creció en un ambiente favorable al que le sacó el máximo provecho. Riguroso con cada actividad que lleva a cabo, dice: “Soy muy disciplinado. Me levanto a las seis de la mañana a meditar una hora con mi esposa y hacemos la Vipassana, una meditación budista que observa tu respiración”. Así comienza el día, y de esa forma se prepara para una rutina de trabajo de horas y horas, que se plasma en cada tela.
Florencia fue una ciudad muy significativa para él y su carrera artística. Allí tomó contacto con los grandes maestros de la pintura y conoció el funcionamiento de los códigos visuales que trataron con tanto interés los griegos; cruciales para su trabajo. Códigos, o patrones geométricos -como explica el pintor- que no fueron inventados por nosotros, sino que son preexistentes, están en la Naturaleza y todos los grandes artistas los han utilizado, cada uno a su manera. Tenía poco más de veinte años cuando recorrió las calles de esa urbe plagada de obras maestras de la arquitectura y del arte renacentista, y entonces quiso pasar por la experiencia de vivir en un monasterio, no sólo por el clima ideal de concentración que generaba ese escenario para dedicarse a pintar, sino también por ser una oportunidad real de “viajar hacia adentro” y conectarse con la dimensión de lo creativo. Intereses y búsquedas indudablemente profundas, muy singulares para un joven de esa edad.
“Los teóricos destruyen la experiencia del arte”, asegura cuando tiene que hablar sobre el circuito de arte contemporáneo. Y lo menciona porque, según él, en la dimensión creativa no hay cabida para los “expertos”. Hernán Valdovinos se conecta a través del arte con todos los dioses del mundo y mantiene con ellos una actitud receptiva, una “actitud femenina”, aclara. Su visión de lo sagrado está allí, en cada obra. De ahí la peculiaridad. “Los Dioses están entre nosotros”, advierte, y viven en su pintura; allí podemos descubrirlos con toda su potencia y vitalidad.
Se trata de una pintura llena de sorpresas que no puede deshacerse de la experiencia mística porque surge a partir de ella. Están invitados.
-¿En qué consiste el óleo a la veladura, esa técnica que emplea?
-En la veladura no mezclas la materia… se mezcla la luz, los colores conservan su autonomía. Por ejemplo, un impresionista, para crear el verde mezcla el amarillo y el azul, mezcla la materia. Acá, con ésta técnica, si yo quiero un verde, yo doy una veladura, una transparencia de amarillo… y no perdió su autonomía. Está el amarillo perfecto, no se ha mezclado con nada materialmente. Dejo secar y doy una veladura de azul encima a la manera de filtro. La luz atraviesa los dos colores y la devuelve al espectador como verde. Pero en ese proceso ninguno de los dos ha perdido su autonomía. Coexisten. Es muy mágico, espiritual. Se mezcla luz, no colores. Era una época en dónde se buscaba la excelencia. Hoy en día no saben ni dibujar.
-¿De qué forma usa el negro?
-“El negro hay que saber usarlo”, decía Leonardo Da Vinci. Después, los impresionistas decían que no había que usarlo. No hay que usarlo, si no sabés usarlo. Si quieres un negro cálido, lo mezclas con rojo; si buscas uno frío, lo mezclas con azul. Hay que saber usar las cosas en lugar de decir que no se puede. Y la técnica que cultivo es más del pre-renacimiento, se cree que nació en el siglo XII, y también se dice que nació con los pintores flamencos. Todos estos pintores flamencos maravillosos usaban esta técnica muy particular, porque la misión de la veladura es la búsqueda de la luz, era una época en donde se hablaba de la alquimia para transformar los metales básicos en ricos. Y esto también es una suerte de alquimia.
-¿Cómo logró insertar una obra tan ligada al Renacimiento en el siglo XXI?
-Yo nunca he pretendido forzar nada. El que le gusta mi arte, fantástico, el que no le gusta, fantástico también. Yo soy pro-libertad, creo en la libertad de la gente, que te guste lo que quieras y que no te guste. Ni siquiera Leonardo Da Vinci les gustaba a todos ¿cómo se me ocurriría pensar que mí obra sí les gustará a todos? Hay gente que se me acerca cuando expongo y está fascinada y me dan las gracias. Me dicen que se van de la galería caminando en las nubes. Esa es mi misión: purificar con buenas energías. Algunos me dicen que hay dolor en el mundo, injusticia, guerra, y me preguntan qué por qué no pinto eso. Y yo digo: ¡que lo pinten otros! Ya hay suficiente fealdad en el mundo como para estar agregando más.
-Usted se ocupa de la belleza…
-Yo pinto belleza pero la arquetípica, busco la creatividad, la armonía… ¡la euritmia! (como decían los estetas griegos, que es un concepto precioso, porque significa que cada parte de una obra debe estar en armonía con el todo). Son conceptos que están en la misma naturaleza. A mí se me murió toda la familia, mis padres, mis dos hermanas, se murieron todos. Y eso significó muchísimo dolor. Pero yo soy meditador y me metí en ese tenebroso camino de la muerte meditando.
-¿Es un seguidor de las Bellas Artes?
-Me identifico más con ese término que con el de las artes plásticas. Yo siempre estaré buscando la belleza. Como diosa y como arquetipo. Es mi meditación constante. Es de lo que me alimento y por eso no puedo ser tan poco leal. Yo le hago el amor a la diosa Afrodita a través de las mujeres que he amado. Y ésta siempre se manifiesta. No puede no estar. Los arquetipos están en la psiquis de la gente.
-¿Por qué hay tantos rostros en su pintura, tanta auto-referencialidad?
-Eso pasa porque estoy creando. Leonado Da Vinci hablaba de eso. Cuando tú eres un creador, pintas desde ti mismo. Y como tú eres el más cercano a ti mismo, siempre digo que sería más raro que se parezcan los rostros que hago a mi vecino… Tienen que parecerse a mí porque nacen de mí, con mi energía, con mi espíritu, y no es algo que busque. Eso cambia cuando hago retratos, porque se tienen que parecer a la otra persona. Me encanta el arte del retrato.
-¿Y a los retratos los hace con foto o en vivo?
-Tengo que hacer muchas veces fotos porque la gente hoy en día no tiene tiempo para posar dos o tres veces a la semana. Aunque el detalle no te lo da la foto. La energía de la persona no te lo da la foto. Tienen que venir y posar aquí… si no, no es lo mismo.
-¿Cómo compone sus trabajos?
-Trabajo mucho con la divina proporción, o con la proporción áurea, que es un geométrico que se da en la misma naturaleza. Por eso los griegos lo llamaban la Divina Proporción, porque el que creo el Universo, que es Dios, creó ese patrón geométrico. La espiral logarítmica, otro patrón, que está en la cabecita de los niños, en los caracoles, en las galaxias, en los remolinos, y todos ellos son ingredientes de las bellas artes. Yo enseño dibujo y pintura a través de los códigos del lenguaje visual, pero el que yo enseño es un lenguaje que está en la naturaleza, pero el hombre no ha inventado los códigos, sino los dioses.
-¿Por qué cree que existe aún el arte figurativo?
-La figuración es muy amplia. Están los realistas mágicos, los surrealistas, los realistas metafísicos. Esas tres tendencias son distintas entre sí. Están los realistas impresionistas, los expresionistas, los naif. Es tan amplia la neo-figuración y es toda diferente y creo que se ha mantenido en vigencia porque mientras existan humanos existirá la figuración. Lo que realmente ha pasado de moda y que la gente está asqueada ya son las manchas. Ahí son iguales todos. Unos cuarenta años atrás, en Nueva York hubo un gran concurso con un buen premio y todo. Eligieron tal cuadro, se llamó a la prensa, los críticos escribían que el pintor era de un talento extraordinario, de una técnica fabulosa, y el tipo que ganó llegó el día de la premiación y se puso a agradecer a todos, pero luego agregó: “Les tengo que ser honesto, ustedes no saben distinguir la mano de un humano de la cola de un burro. Este cuadro lo pintó el burro que tengo en mi parcela y le metí la cola dentro de la pintura y con las moscas la cola se movía e iba pintando el cuadro”.
-Hay farsa en el mundo de la pintura…
-Y la farsa se nota. Otros le han pasado pintura a un chimpancé, y pintan igual, ¡hasta mejor! Pero lo que pinto yo no lo puede pintar un chimpancé. Yo no hago esto para ganar plata, yo hago esto para sentirme feliz conmigo mismo. Para llenarme de dioses interiores. Pero hay de todo en la viña del Señor, hay gustos para todo. Yo no estoy en contra de nada. A algunos les encanta lo que yo hago y el que quiera pintar como chimpancé, que lo haga. Yo respeto a los chimpancés que pintan, pero los que los compran son unos idiotas ¡No tienen gusto!
-Hoy los teóricos del arte tienen mucho protagonismo…
-Los famosos teóricos del arte… La palabra en sí ya es absurda. El arte no es una teoría. El arte es una experiencia viva, algo existencial. Teoría significa intelectualidad, conceptos. La acción creativa no tiene relación con los conceptos. Ya ahí el argumento se deshace. No hay arte conceptual, mental; no hay arte carente de misterio, de magia, de lo sagrado o de excelencia. Si esta gente pretende decir que lo figurativo no es contemporáneo, ¿qué ocurre con los miles de pintores figurativos que pintan precioso? Yo creo que hablan desde su ignorancia. Y si realmente fuese así, vayamos descolgando los Dalí, los Miguel Ángel, los Rembrandt, los Leonardo Da Vinci. Eso es un absurdo. Los teóricos del arte son gente frustrada y no existen. Son gente a la que le gustaría aprender a pintar y no lo hacen porque no tienen talento. Así que “hablan de”. Hablar sobre hacer el amor, no es hacer el amor. Son masturbadores de la mente. Leonardo decía que una verdadera obra de arte tenía que hablar sola. Cuando uno contempla una obra de arte lo hace en silencio para dejarla hablar, para dejar que te llegue y contemplarla. Como cuando uno observa un atardecer precioso y se queda deslumbrado. Eso es el arte, y no necesita de palabra o explicación. Para mí los teóricos destruyen la experiencia del arte.
-¿Y el escenario de Chile no escapa de esa tendencia?
-Yo me acuerdo haber ido al Museo de Arte Contemporáneo en una exposición de los que acababan de salir de la universidad, hace como treinta años. Todos los alumnos se parecían a Roberto Matta. Y había un papá con un niño al lado y yo estaba detrás con mi mujer. Y veíamos como el niño llamaba al papá y señalaba esos cuadros enormes y le dice: “Papá, yo pinto mejor que él” (risas). Y tenía toda la razón. Y yo me rebelo contra todas estas cosas. A mí me aman o me detestan ¡pero me importa un rábano! Estamos en un mundo muy raro.
-¿Va a exposiciones? ¿se siente parte del ambiente?
-A mí me gusta mantenerme virgen de todo eso. Aunque sea fantástico estar, entre menos me contamine, mejor. Realmente soy un escorpión, no me gusta salir. Me gusta mantenerme dentro de una virginidad que me permita casi no contaminarme con nada. Puede sonar algo raro, o incluso egoísta, pero soy muy purista, es mi naturaleza.
-¿Cree que su carrera como artista plástico ha sido buena, exitosa?
-Yo he funcionado por obra y gracia de los dioses. Siempre me he sentido protegidísimo por los ángeles o como quieras llamarlo. Incluso, yo vendo mi pintura y a muy buen precio por obra y gracia del Espíritu Santo, porque la verdad yo no hago muchas cosas para vender o publicitarme, tengo mucha vida interior. Voy a ciertos lugares que me invitan porque si no dirían que soy un ordinario, pero siempre me pasan cosas. Como salgo poco, cuando lo hago, me pasan miles de cosas. Pero es todo magia sagrada, pura protección divina. Igual me he encontrado con dificultades, y me ha pasado que no me quieran publicar una entrevista por decir que soy panteísta o por ser políticamente incorrecto.
-Es un rebelde…
-Soy un rebelde con causa. No soy un revolucionario, no daño a nadie, ni intento embarcar a nadie en lo mío. Pero estímulo a la gente que está a mí alrededor a que le den una segunda mirada a las cosas que están en la vida… ¡Qué los hombres no lloran!, por ejemplo. Vivimos de clichés…
Hernán Valdovinos Prats / Básico:
Pintor, realista mágico. Nace el 17 de noviembre de 1948 en Chile. Sus primeras lecciones de arte las recibe de su madre, Maruja Prats.
Sitio web: http://www.hernanvaldovinos.com/
Transcripción: Julián Reveco / Asistente de redacción
Agradecimiento especial a Paula Baraona, curadora de la Galería HighCare de Las Condes, Santiago de Chile.
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