Hay un aspecto sobresaliente en la obra pictórica del artista Eduardo Romero: él pinta su pueblo; aquel que lo vio nacer y donde todavía vive. Y lo pinta de modo amable; porque representar nuestro entorno es una de las premisas más bellas y profundas del realismo. Volver a la tierra.
Por Lic. Camila Reveco
camilareveco.mza@gmail.com
Argentina
Siempre me ha gustado esa actitud de muchos pintores que fielmente representan su entorno, por más chico y sencillo que sea, sin dejarse obnubilar por las luces de las ciudades cosmopolitas y tan bien valoradas por cualquier turista. Pintores que se alejan del bullicio de las grandes urbes.
El espíritu creador de Eduardo Romero, nacido el 18 de mayo de 1944, no necesita de edificios imponentes, ni de amplias avenidas para poder inspirarse y contar “algo” porque lo suyo está intrínsecamente vinculado a Arrecifes, una pequeña ciudad ubicada al norte de la Provincia de Buenos Aires que tiene poco más de veinte cinco mil habitantes. Si bien ha representado otros paisajes de nuestro país porque le gusta viajar, Arrecifes es el lugar protagónico de su obra; el que está presente en todo su universo pictórico.
Pienso en la cantidad de artistas e intelectuales, de todas las épocas, que han tenido la necesidad imperiosa de viajar y recorrer el mundo, instalarse en lugares exóticos para pintar rarezas o respirar la atmósfera de lugares de inenarrable belleza para inspirarse y hacer arte o poder pensar.
Eduardo Romero en cambio, elige, en un acto de sencillez y de profundo amor hacia su entorno, articular los pinceles con las esquinas y las calles de su ciudad y documentar en una tela la existencia de aquellos rincones y casonas que vio desde chico y que indefectiblemente van modificándose por el paso del tiempo. Su pintura trata no sólo de aquello que ve, sino de aquello de lo que es parte. "De Arrecifes no me ha quedado nada sin pintar: puentes, ríos, arroyos, casas viejas…", confiesa.
Explica que mientras trabaja escucha música: "Acá hay una FM que pasa folklore toda la tarde, sin propaganda, ni notas, nada. Me gusta porque no me distrae, ni me hace cambiar de frecuencia". Además, durante la semana, toma clases de canto y le gusta tocar la guitarra.
“Mi madre contaba que yo desaparecía y me encontraban dibujando en el suelo ¿la edad? no sé…. cinco o seis años. -relata Eduardo Romero-. En mi familia -agrega- no hay ningún dibujante ni pintor, en absoluto… salvo todos mis tíos y mi madre que cantaban y lo hacían muy bien. Pero nadie jamás me incentivó porque mis padres en aquellos tiempos no le daban importancia... pintar no era importante”.
Les presento la nota con el artista Eduardo Romero que a través de un lenguaje pictórico claro y preciso, y con sentido del humor, nos narra su visión sobre el arte y nos muestra la porción del mundo que más conoce, Arrecifes. Un lugar que sobre todo lo conoce a él y conoce lo que ha sido. Su infancia, formación e influencias más importantes.
-¿Cómo recuerda Arrecifes durante su infancia?
-Era un pueblo chico. No había museos, revistas, libros, nada. Pero allí conocí a mi primer maestro de dibujo: un vasco que era maravillosa persona. Leal, trabajador incansable, pero lamentablemente muy limitado como pintor. El me lavó la cabeza de tal manera que hasta hace diez años tenía lo terribles defectos que me había inculcado como verdad absoluta (las sombras con un poquitito de violeta por ej.). Pero yo modestamente era un elegido (¡lo marcó el destino, yo no tengo la culpa! –risas-).
-¿Se presentaba en concursos en aquella época?
-Sí. A pesar de todo lo mal que aprendí ¡ganaba concursos de afiches! En del día de la primavera, una vez el mismo profesor vasco que era jurado, me descalificó argumentando que yo no hubiese podido intervenir porque era muy superior a todos. Algo muy cómico... como yo era un chiquito de trece, catorce años, no dije nada, me quede con esa situación como una cosa normal. Bueno, ya después de allí, comencé a ver principalmente a los impresionistas (todos), a los renacentistas, y aunque les tenía un profundísimo respeto, no me gustaban demasiado. Goya y Sorolla, que hasta hoy sigue siendo el más grande (ojito, para mi) y cuando vi a Collivadino, Fader, De la Cárcova, ahí me explotó el bocho y comencé a ir a los dieciocho años a Bellas Artes, al de la Boca, solito me iba y me pasaba el día mirando y estudiando.
-¿Quién era aquel maestro vasco?
-Don Lucio Echániz. Tomé clases con él a partir de los diez años y fui a su taller hasta los trece o quince. Una persona maravillosa. Fue fundador del centro Vasco de Arrecifes y desde allí, su influencia y apoyo a muchos otros centros vascos del país. Todo un “Señor”, siempre respetuoso, muy querido y hoy aquí es un prócer a pesar que murió hace muchísimo. Pero en la pintura era muy limitado y es lógico que así sea… en aquellos tiempos (comienzos de la década del 50) no había donde aprender con la facilidad de ahora. Viajar a Buenos Aires era una odisea y salía muy caro.
-¿Qué enseñaba dentro de sus posibilidades?
-Para él el cielo era celeste si o si y no sólo eso: comenzaba más oscuro y se iba aclarando a medida que llegabas al horizonte. Y tenía que ser así. A mí me costó años y años sacarme de la cabeza esas ideas. El negro era una mala palabra, ¡¡¡VIOLETA !!!!! Yo me preguntaba… ¿entonces para qué lo fabrican? Él tenía razón, lo que no nos supo explicar era que había que mezclarlo con color locar para utilizarlo puro. Comencé a experimentar con siena y azul de prusia o con verde esmeralda y carmín y un día me dije: “¡Qué idiota, compro negro y le mezclo el color correspondiente y listo: más fácil y el mismo resultado!” (Ojito, es peligroso, pero se puede usar con cuidado).
-¿Con quién continuó sus clases de pintura?
-Tuve luego una muy buena profesora, Francisca Ramos de los Reyes. Durante dos años, nos enseñaba a trabajar en dos dimensiones (nos mostraba a Cezanne), desarmar la perspectiva y lograr la profundidad con los colores. Lamentablemente cosas de la vida me hicieron abandonar. Luego fui a la Asociación Estímulo de Bellas Artes en Buenos Aires (cuando podía, porque había que pagarle a la modelo).
-Hace poco compartió una entrevista que le hicieron a Guillermo Roux. El artista dice: “Se producen cosas en lo que uno va a haciendo y hay que estar atento a la casualidad, a la sorpresa. Eso que uno está haciendo va a cambiar de rumbo” ¿Se identifica?
-Tengo idea de lo que quiero hacer, pero no una fijación de idea. Creo que las cosas van saliendo a medida que trabajas.
-A los artistas figurativos se los tilda a veces de meros copistas, como si en su trabajo no habría lugar a la imaginación porque –citando a Roux nuevamente- no se pinta lo que se imagina, sino lo que se ve. Pero eso es un error; según él: “La imaginación está en el “cómo” se hace y no en el "qué”.
-Coincido plenamente con Guillermo Ruox. Lo que vale es el “cómo”. Una vez hace mucho tiempo me lo dijo el gran Ramón Ayala y para mi es la biblia ¡¡¡La cosa es el “cómo”!!! Jeremy Lipking pinto (lo habrás visto) una grifería de ducha, y es realmente una obra de arte… de una cosa tan tonta como una grifería de ducha.
-¿Qué objetivos se ha puesto como pintor?
- Solamente pintar para satisfacción personal… ¡y eventualmente vender para viajar a pintar! He decidido no intervenir más en salones ni encuentros donde se compita. Sólo voy para ver, estar con los amigos y compartir momentos.
-¿Le ayuda internet para dar a conocer tu trabajo?
-Si, gracias a Internet me conocen mucho y también he vendido hasta en Australia. Aprendo mucho viendo videos.
-¿Cómo es pintar desde Arrecifes?
-De Arrecifes no me ha quedado nada sin pintar: puentes, ríos, arroyos, casas viejas… Pero también he pintado desde Yavi y La Quiaca hasta Usuahia , -5.000 km-. Santiago del Estero, Chilecito, La Quebrada toda, Cordona toda, o Los esteros del Ibera. Pintar desde acá es complejo porque soy solito, no tengo amigos que me acompañen.
-¿Hay limitaciones para un artista cuando vive en una ciudad chica?
-Si. No es lo mismo vivir en Unquillo donde hay cuatrocientos pintores que acá, que somos diez y no nos comunicamos mucho. Así que mi camino es solitario, sólo me junto con dos, que son excelentes para vernos los trabajos y sacar conclusiones ¿Conoces la canción “Mi pueblo blanco” de Joan Manuel Serrat?... bueno, mi amor por mi ciudad es igual: mi club junto al rio, que soy vitalicio, mi bar de la esquina, mis calles, mis amigos, mi vida toda y mi familia.
-Por último: ¿cuál cree que es la función social del artista?
-Darle aunque sea un instante de alegría al espectador y emocionarlo. Ayudarlo a aliviarle el lastre de las alas.
Sobre el pintor:
Nombre: Eduardo Romero
Fecha de nacimiento: 18 de mayo de 1944
Lugar de nacimiento/Lugar en el que está radicado (y hace cuánto): Arrecifes, Provincia de Buenos Aires. Argentina.
Estudios formales: Secundaria y soy maestro mayor de obras. He hecho cursos de dibujo y pintura y estudié en la Asociación Estímulo de Bellas Artes
Los gustos de Eduardo:
Un libro: Antología personal de Jorge Luis Borges
Un disco: “Innuendo” de Queen (1991)
Una película: “Apocalipsis now” de Francis Ford Coppola (1979)
Una frase: “Lo puedo hacer”
Un hobby: Guitarra y canto
Contacto:
Mail: eduardoromero@hotmail.com
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ResponderEliminarEmpezó de muy grande a pintar y lo hace sobre fotos.Si bien abarca varios paisajes lugareños,le falta creatividad y sin creatividad no hay arte.Es mi humilde opinión.
ResponderEliminarGustavo Ramirez
Lo que hizo Eduardo no tiene límites.. Quisiera saber si tu opinión Gustavo abarca la cantidad de cuadros que tiene Eduardo..
ResponderEliminarEl arte no es solo cantidad.El arte es calidad por sobre todas las cosas.The end
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